Vacaciones en Suecia


Tal día como hoy, de hace una semana atrás, me levantaba con la mente puesta en Suecia. Me iba de vacaciones 8 días a este páis nórdico, el de los vikingos, y lo hacía con nervios por no poder comunicarme a mis anchas. Afortunadamente iba muy bien acompañado. Es más, ella sería la que me enseñara su país natal, Suecia. Este es nuestro periplo. 


Cogimos el avión a las a mediodía en el aeropuerto de Sevilla y llegamos, sin contratiempos, a Estocolmo a sobre las 8 de la tarde tras cuatro horas de vuelo. Lo primero que me llamó la atención fue la temperatura. Hacía un frío seco considerable y quizás lo resentíamos más teniendo en cuenta que veníamos de tierras con temperaturas muy elevadas. No tardamos en llegar a nuestra casa y tomar una ducha caliente para estrenar, sin pausa alguna, los aposentos suecos. Sólo resaltar que me desperté a las 5 de la mañana y pensé que eran las 9 por la cantidad de claridad que entraba por la ventana. ¡Asombroso!

Aquí todo va tranquilo, sin estrés, sin apenas tráfico en sus calles, todo muy ordenado y mucho silencio, además de tener las zonas verdes más grandes que he visto jamás y estar cobijada por inmensas extensiones de árboles, bosques en mitad de la ciudad, más de treinta mil islas y lagos y ríos por aquí y por allá. Justo frente a uno de ellos nos hospedábamos en pleno corazón  de la capital, todo un lujo al alcance de pocos, ya que no es barata la vivienda que digamos. La nuestra, pequeña pero suficientemente amplia y luminosa nos la dejó Pilla, una amiga a la que le agradecemos inmensamente el gran favor que nos hizo.

Estocolmo es grande, limpia, silenciosa y se respira aire puro, frío y seco. Son treinta mil islas de todos los tamaños e islotes de apenas 20 metros cuadrados los que bordean la costa y me llamaron la atención en el interior los que obligan a que sea el barco uno de los medios de transporte más utilizados, ya que el coche lo utilizan lo suficiente.

El primer día de estancia en la capital visitamos la ciudad vieja o casco antiguo, el barrio bohemio donde conviven artistas, creadores y periodistas, entramos en una iglesia protestante, hicimos un poco de turismo de calle donde no dejaba de grabar en mi retina cada imagen que me impresionaba y tomamos café en un mirador con unas vistas fantásticas, para terminar almorzando en un thailandés.
Al día siguiente siguiente viajamos hasta una isla que se encontraba a unas horas de la capital sueca. Allí almorzamos gambas ahumadas y cruzamos paseando el bosque hasta llegar a la otra punta donde nos topamos con una pequeña playa en la que unos visitantes tomaban el sol como lagartos e incluso se atrevían a bañarse y eso, que la temperatura de ese día no superaban los 20 grados y la sensación térmica era de un mes de noviembre en pleno otoño. 

En Suecia hemos tenido momentos para casi todo y muchos de ellos han sido las cenas hogareñas en casa de amigos y familiares. En Eskilstuna, ciudad de Therese de unos cien mil habitantes, hemos celebrado cumpleaños, el de ella, e incluso la tan esperada por los suecos Fiesta del Cangrejo, que consiste en reunirse en casa de alguien y organizar una buena cena donde el plato protagonista es, como no, el cangrejo rojo de lago y suele hacerse entre los meses de agosto y septiembre,  exclusivamente, ya que es la fecha en la que se puede capturar. En ella se cantan canciones típicas suecas y se bebe vino tinto, cerveza y un licor de orujo que se acompaña con la cola del "animalito". Muy divertido aunque, no podría decir que fue de las mejores porque aún quedaban cosas que me sorprenderían.
Paseos en bici, visitas a restos arqueológicos vikingos o andar por mitad del bosque sin salir de la ciudad.
Toda una semana respirando aire puro, purificando mis oídos de ruido y dándole unos días de relax a mis cuerdas vocales. Unos días en los que he disfrutado de cada uno de los momentos que hemos vivido y que he dejado grabado en mi retina, cada paisaje, cada camino, cada casa, cada comida,... a la vez que he intentado que las sensaciones no se me colapsen para poder apreciarlas con toda su intensidad.
Me ha gustado mucho ese pequeño país nórdico extenso en terreno pero con poca población donde la mayoría de ella se ubica al sur ya que el intenso frío impide que habiten en masa el norte. Un país que en verano cuenta con apenas oscuridad y en invierno con tres horas de luz al día. Un país con uno de los inviernos más duros. Un lugar para visitar. 
Aquí me quedo poniendo en orden todo lo que he sentido y vivido, mis ideas y pensamientos. Hasta la próxima.

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